sábado, 17 de mayo de 2008

CULTURAS PRERROMANAS


Antes de los romanos, la Península Ibérica la habitaban varios pueblos, y los más importantes son:

LOS IBEROS

Grupo de pueblos que habitaron el sur y el este de la península Ibérica (una franja entre Andalucía y el Languedoc, paralelamente al Mediterráneo en el que se centraban entonces las grandes culturas occidentales) entre los siglos VI a.C. y II a.C. y que, pese a su diversidad, manifestaron características comunes, probablemente como consecuencia de su prolongado contacto con los pueblos comerciantes del Mediterráneo (púnicos y griegos).

ESCULTURA IBERA

La Dama de Elche, junto a la Dama del Cerro de los Santos y la Dama de Baza (las tres en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid) son tres excepcionales ejemplos de escultura ibera. Es un busto con influencias del arcaísmo griego y el arte púnico que representa a una sacerdotisa de carácter funerario. Resalta la ornamentación de su tocado con dos rodetes a ambos lados del rostro.

LOS CELTAS

El grupo de pueblos celta dominaba la mayor parte del oeste y centro de Europa durante el I milenio a.C. y transmitió su idioma, costumbre y religión a los otros pueblos de la zona. Los antiguos griegos y romanos reconocieron la unidad cultural de un pueblo cuyo territorio se extendía desde el este de Europa hasta el norte del continente.

Su nombre genérico aparece en documentos romanos como celtae (derivado de keltoi, la denominación que Heródoto y otros escritores griegos dieron a este pueblo), galatae o galli. Los celtas hablaban una lengua indoeuropea, de la misma familia que las de sus vecinos itálicos, helénicos y germanos.

Las lenguas celtas descienden del Proto-Celtico o Celta Común, una de las ramas de la familia de lenguas indoeuropeas, en la que se incluyen el irlandés, el gaélico escocés, el gaélico manés, el galés, el córnico y el bretón, así como todas aquellas lenguas muertas de esta familia que en un tiempo se hablaron en Europa.

Los topónimos celtas, junto con los nombres de las tribus, las personas y dioses, nos permiten pensar en su presencia en un extenso territorio europeo, desde la actual España hasta el mar del Norte y desde las islas Británicas hasta el bajo Danubio.

Ambos llegaron desde el norte de Europa y al principio se asentaron en la zona de los Pirineos. Fueron bajando hacia el sur. Se unificaron y pasaron a llamarse celtíberos (término que se refiere únicamente a uno de los pueblos célticos de la Península Ibérica, existiendo otros con otros nombres, como los vetones, vacceos, lusitanos, carpetanos, etc.).

Crearon una cultura compleja y rica de la que se conservan restos arqueológicos de gran valor. Los tartesios estuvieron en el sur de la Península, desde Huelva hasta Cartagena. Desaparecieron con la llegada de los cartagineses.

Todas estas culturas convivieron con otros pueblos, llegados a través del Mediterráneo e instalados en las áreas costeras como colonizadores. Colonizaron el litoral mediterráneo de la Península desde los Pirineos hasta la actual provincia de Huelva: primero los fenicios, después, los griegos y cartagineses.

LOS FENICIOS

Llegaron a la Península sobre el 800 a.C., interesados en controlar la ruta de los metales. Establecieron factorías en el estrecho de Gibraltar y fundaron ciudades como Gadir (Cádiz), convertido en el principal centro de los metales, Malaca (Málaga), Sexi (Almuñécar) y Abdera (Adra).

LOS GRIEGOS

Llegaron después de los fenicios, movidos por encontrar territorios donde asentarse ante la presión demográfica de su región de origen. Fundaron ciudades, como Akra Leuke (Alicante) y Ampurias. Se fueron en 535 a.C. cuando se enfrentaron con los cartagineses.

LOS CARTAGINESES

En plena política de expansión, llegaron a la Península Ibérica atraídos por sus riquezas naturales. Destruyeron la cultura de los tartesios, se hicieron con el control del territorio griego y fundaron ciudades como Cartago Nova (Cartagena) y Ebusus (Eivissa).

Por tanto, antes de los romanos, la Península Ibérica estaba constituida por diversas culturas, con diferentes estados de desarrollo.

Manuel Cardenal Fernández

4º ESO

sección C

Nº 7